Fue elegida diputada provincial. Ahora quiere ser senadora nacional. ¿Cuál banca va a ocupar? Es el uso obsceno de la política como si fuera una escribanía al servicio de los mismos de siempre.
Flavia Royón es hoy el ejemplo más claro de cómo funciona la casta cuando se siente impune. Hace apenas meses obtuvo una banca en la Cámara de Diputados de la provincia de Salta. Hoy encabeza la lista a senadora nacional de “Primero los salteños”. Dos cargos, una sola decisión pendiente: ¿a quién va a traicionar primero, a los salteños que ya la eligieron o a los que ahora les pide el voto?
Porque esto ya no es solo una jugada política, es un mensaje. El mensaje de que la política no es representación, sino propiedad. Que las bancas no son mandatos, sino fichas para mover en un tablero donde el único objetivo es acumular poder, no defender a nadie.
Los salteños, en tanto, quedan pintados. Votan a alguien para que cumpla una función y, en menos de lo que dura un mandato, esa persona ya está en otra campaña, en otro discurso, en otro sueño personal. Lo que se vendió como compromiso con la provincia, termina siendo una escalera hacia el próximo cargo.
Para colmo, la protagonista, Flavia Royón, es representante del lobby minero y ex funcionaria de Javier Milei y ahora sume un discurso “crítico” contra su exjefe.
Esto es lo que destroza la confianza en la política: la absoluta naturalidad con la que dirigentes como Royón desarman, ocupan y negocian cargos como si fueran propios. Ni siquiera hay vergüenza. Se repite el verso de que quieren defender los intereses de los salteños, pero no paran de traicionar el mandato de sus votantes.
La peor casta no es la que roba en silencio, es la que se burla en la cara de la gente. Y hoy, mientras los salteños hacen cuentas para llegar, no a fines, si no a mediados de mes, su dirigencia hace cuentas para ver en qué silla se sienta los próximos cuatro o seis años. Royón es solo la foto de un sistema que se repite: promesas para abajo, privilegios para arriba. (Opinorte.com.ar)




